La educación que queremos
La Convención Internacional de los Derechos del Niño (CDN) establece que los menores de 18 años son protagonistas de su propia vida y por tanto, sujetos de derecho.
En este sentido, la participación infantil y adolescente es un derecho inherente a la persona y a su condición ciudadana. Es un proceso que permite que los niños, niñas y adolescentes se empoderen, jueguen un rol en la definición de rumbos de acción en espacios propios y colectivos de la sociedad, opinen libremente y de manera informada, tomen decisiones individuales y colectivas, asuman compromisos, generen propuestas alternativas en los aspectos de su interés. El resultado: niñas, niños y jóvenes se convierten en protagonistas de su propio desarrollo, el de sus familias, de sus comunidades y nación.
Por tanto, la participación modifica las relaciones de poder entre niños y adultos, desafiando las estructuras autoritarias y apoyando la capacidad de los niños de influir en sus familias, comunidades e instituciones.
Empoderar a los jóvenes significará entonces darles impulso en su carácter de ciudadanos. Ciudadanos conscientes, críticos, reflexivos. Ciudadanos que asumen un rol activo y político en el espacio público. Que se preocupan por las decisiones que los impactan, en lo individual y colectivo.
Junto con Unicef, consideramos que en la edad de la adolescencia se presentan retos y desafíos en múltiples y variadas dimensiones. Los jóvenes de esa edad se abren con entusiasmo a la exploración del mundo y manifiestan expectativas para desempeñar un rol cada vez más activo en la escuela y otras esferas. Sin embargo, grandes sectores de esta población no reciben buenas oportunidades y apoyo para forjar sus proyectos de vida y para formarse en temas de participación.
Frente a ello, creemos necesario definir y redefinir la perspectiva y las metodologías que se aplican en la escuela para dar más y mejores respuestas a los jóvenes, que muchas veces no pueden ejercer su derecho a la participación.
Para enfrentar este desafío, proponemos trabajar reflexivamente la comunicación en el aula desde el marco general de la educación popular. Para este propósito, consideramos apropiadas las nociones construidas por el investigador en Comunicación Educativa, Mario Kaplún. De acuerdo con Kaplún (2002), toda acción educativa, aún aquella que se realiza en el aula y sin uso de medios, implica un proceso comunicativo. Dicho autor trabaja con la noción de Educación Popular de Paulo Freire y establece una relación entre la misma y el concepto de comunicación. Pero cuando hace referencia a ésta, está hablando de una Comunicación Educativa, de proyección social, participativa, problematizadora, personalizante, e interpelante (2002:10).
Entendemos que la apropiación de discursos por parte de jóvenes estudiantes fortalece la articulación local que la escuela necesita para enfrentar los procesos de mercantilización y gradual pauperización que caracterizan a las políticas públicas sobre Educación de las últimas décadas en Córdoba. En este sentido, es vital la importancia que tiene el Centro de Estudiantes -como organismo gremial elegido democráticamente- a la hora de impulsar procesos participativos en defensa de la educación pública, considerando a los estudiantes como sujetos políticos activos.