El Estudiantazo en Córdoba
Un nuevo movimiento estudiantil se ha puesto de pie. Escuelas secundarias, terciarios y facultades se encuentran frente a un proceso de participación y construcción de ciudadanía para discutir qué tipo de educación quieren para ellos y sus pares.



"No sabe, no sabe, tiene que aprender, orejas de burro le vamo’ a poner”
A fines del año 2010, el Gobierno de Córdoba aprobó una reforma de la Ley de Educación 8113 que se encontraba vigente. Mediante esta nueva normativa, el Gobierno establecía los ‘Principios Generales y Fines de la Educación en la Provincia’. A través de distintos capítulos y secciones, el texto especifica la responsabilidad del Estado respecto a los derechos y deberes en la educación, la política educacional y los lineamientos pedagógicos.
Estudiantes de colegios secundarios de la ciudad quisieron participar de la discusión de qué tipo de educación querían para ellos y sus compañeros. Sin embargo, no tuvieron lugar en el armado de la ley. Al ser rechazados una y otra vez por la gestión gubernamental, los colegios se empezaron a organizar para hacerse escuchar y aunar esfuerzos contra una ley que no contemplaba sus intereses.
Lo que se destaca de los acontecimientos que enmarcaron la aprobación del proyecto de reforma educativa, fue “no sólo la posibilidad de ponerles palabras a los problemas, sino el ejercicio de participación y protagonismo de los jóvenes; los espacios de charlas en diferentes edificios educativos, propiciando el debate entre estudiantes y docentes sobre la actual situación educativa”.
En la medida en que los jóvenes se fueron apropiando de un discurso que los identificaba se conformaron como sujetos políticos. Reflexionaron y debatieron sobre el rol de los medios de comunicación en la problemática (los cuales los juzgaban y además restaban legitimidad a su reclamo); y aprendieron, a prueba y error, a tomar la palabra y conformarse como interlocutores válidos en ejercicio de sus derechos ciudadanos.
Los jóvenes promovieron espacios para pensarse a sí mismos como actores sociales, problematizando la realidad y pensándola como algo que puede modificarse por medio de la organización colectiva.
Supieron transformarse y organizarse colectivamente para exigir por sus derechos como sujetos activos de su proceso de aprendizaje, que comprenden qué significa hacer política y que luchan por obtener una respuesta favorable a una vieja problemática que las diferentes autoridades de turno no supieron resolver.
Poner en discusión la infraestructura no se trataba sólo de cuestiones edilicias, sino que esas grietas en las paredes y falta de bancos significaban poner de relieve la falta de prioridad de la educación pública en el sistema de gobierno actual.
A medida que se extendía el conflicto, los estudiantes fueron perfeccionando la organización asamblearia como modalidad de participación horizontal y colectiva.
La participación de los jóvenes requería, predominantemente, de un espacio que los reuniera e interpelara en la escuela, y esta función la cumplían los Centros de Estudiantes. Por esto, uno de los fuertes reclamos que realizaban los estudiantes era el de la obligatoriedad de los centros de estudiantes como gremio estudiantil en las escuelas medias de la provincia.
Mientras el Gobernador declaraba que “había que evitar que los jóvenes se estrellen contra la pared”, las calles de Córdoba recibían a más de 10 mil jóvenes que marchaban hombro a hombro en defensa de una educación pública, gratuita, laica, diversa y de calidad.
Los estudiantes formaron parte de acciones directas: realizaron asambleas, marchas multitudinarias, tomaron establecimientos educativos, produjeron intervenciones artísticas en la vía pública, etc.
Si los estudiantes no se hubieran organizado, probablemente nunca se hubiera puesto en debate público la Ley 8113, y la falta de condiciones de infraestructura para garantizar el Derecho a Estudiar en todos los niveles educativos.
Finalmente, a pesar de que la sociedad cordobesa visualizó la negativa de la comunidad educativa, la reforma se aprobó. Sin embargo, no significó una derrota al 100% para los estudiantes, ya que a través de su participación, los jóvenes forjaron lazos de organización que perduraron y perduran más allá de la ley en cuestión.
El Estudiantazo tuvo la virtud de expresar una respuesta organizada a las políticas públicas en materia de educación por parte del Gobierno Provincial. Tuvo el mérito y la fuerza de soportar las presiones y persecuciones de las autoridades, retomando lo mejor del legado de generaciones anteriores.
Pero por sobre todo, el Estudiantazo representó una movilización independiente que a través de la acción directa proyectó, recuperó y visibilizó a la juventud como un actor válido a tener en cuenta en la sociedad.


